Es uno de los últimos símbolos del Perú informal, de la cultura chicha, de la Lima de los ochenta. En las próximas semanas, el Mercado Mayorista N° 1 – La Parada desaparecerá para dar la posta al Gran Mercado Mayorista de Lima, en Santa Anita. Ya no habrá estibadores cargando sacos de 120 kilos sobre sus espaldas ni comerciantes ocultando fajos de billetes bajo las polleras. Los compradores no tendrán que lidiar con los delincuentes ni el caos vehicular de La Victoria. Muchos mayoristas se oponen al traslado pero la Municipalidad de Lima no dará marcha atrás. Es el fin de una época.
A las 4:20 de la madrugada, La Parada está en ebullición. Tratas de avanzar por alguno de sus 13 pasajes pero siempre estorbas. Al carretillero que está jalando una tonelada de tubérculos hacia Aviación, al cargador que lleva en la espalda 100 kilos de una cebolla que se va a Los Olivos, a la señora que va a comprar tres sacos de zanahoria para vender en Nueva Esperanza. Te piden ¡permiso, permiso!, te gritan que avances o sencillamente te silban “¡fufí fufífiii!”, pero no se detienen. Si no te moviste es tu problema.
Te pisan, te encajan la esquina de uno de los sacos en la espalda o en las costillas. Aquí el que no está comprando o vendiendo es un bulto más. Aquí los sapos estorban. Así que muévete, flaquito, que me estás tapando los tomates. ¿Periódico de qué? ¿Para qué? ¿Vas a comprar algo? Señor, no estorbe… y ¡avance!
Esta es La Parada de toda la vida. Un hormiguero en el que las obreras van y vienen con su carga en distintas direcciones, como si alguien hubiera sembrado la confusión entre ellas; un caos con un sentido oculto para el forastero. También es un lugar en cuyos alrededores puedes ser cogoteado y bolsiqueado a placer. El centro neurálgico de un vecindario por el que transitan los borrachines de Pisagua, las prostitutas de 28 de Julio y los terokaleros de Tacora y Aviación.
Creado en 1945 sobre un terreno de 9 mil metros cuadrados donado por la familia Cánepa, La Parada vive sus últimos momentos. La alcaldesa Susana Villarán ha dicho que los comerciantes serán trasladados en julio al Gran Mercado Mayorista de Lima, en Santa Anita. Aunque no quiere confirmar la fecha, el presidente de EMMSA, Ricardo Giesecke, dice que están listos para iniciar la mudanza apenas lo disponga el municipio. “Es una decisión política”, subraya.
La Parada es una bomba de tiempo. En una inspección de 2010 Indeci detectó allí tomacorrientes sobrecargados, interruptores, tableros y conductores eléctricos dañados, ausencia de extintores y de señales de emergencia y, en fin, una treintena de situaciones críticas que hacen pensar que solo un milagro ha impedido hasta ahora que ocurra una desgracia.
Es un foco infeccioso. Un examen de Digesa, también de 2010, encontró rastros de roedores, el desagüe de los servicios expuesto al medio ambiente y verduras en mal estado en todos los rincones. EMMSA ha mandado hacer nuevas inspecciones, pero Giesecke está convencido de que las malas condiciones continúan. “Allí no hay espacio, no hay salubridad ni seguridad. No puede seguir funcionando”.
Los vivos de las concesiones
Aníbal Aliaga (52) es uno de los aproximadamente 1.500 mayoristas de La Parada. Está entre los paperos más grandes junto a Miguel Abanto, el ‘Chayo’, y unos pocos más. Mueve unas 60 toneladas de papa al día, que le compra a intermediarios de Arequipa y Huancayo. El lunes, por ejemplo, le depositó 19 mil soles en el banco a ‘El Boliviano’, uno de sus proveedores arequipeños, y este le mandó un camión con 30 toneladas, que llegó el miércoles. Él, a su vez, le vende el producto a proveedores de Wong y Metro, a ‘peladores’ (que venden la papa a pollerías) y a minoristas de San Juan de Lurigancho.
Aunque Aníbal ocupa uno de los 744 puestos del mercado, no es el concesionario titular. Lo es una señora a la que él le paga un alquiler. Según los cálculos de trabajadores de EMMSA, la mitad de los concesionarios subarrienda sus puestos. “Pagan una merced conductiva de 170 soles y a sus inquilinos les cobran desde 3.000 hasta 12.000 soles”, aseguran.
Aída Rojas (68) y su esposo Plino Menez (68) sí son concesionarios. Trabajan en este centro de abastos desde los setenta y gracias a este negocio pudieron educar a su hijo en el colegio San Agustín y luego pagarle dos carreras en la Universidad de Lima (Administración de Empresas e Ingeniería Industrial). Menez pasa buena parte del año en Ambo, Ayacucho, donde tiene una chacra, y también recorre Pampa Cangallo, Vinchos y otras zonas para financiar a otros productores que los proveen del tubérculo. Mientras hablamos, la señora Aída cuenta que algunos mayoristas han empezado a entregar boletas ‘bamba’. Abre su cajón y nos enseña una, que luce como una boleta normal excepto que no tiene RUC. “Mire lo que hacen, joven”, dice moviendo la cabeza.
“¿Tú crees que la Sunat sabe cuánta plata se mueve en La Parada?”, me pregunta Ricardo Giesecke, mientras conversamos en su oficina. “Debe de tener algunos rastros pero nada más”. Dice que muchos mayoristas evitan pasar por los bancos. Cobran en efectivo y con efectivo financian a sus productores.
La informalidad reina en La Parada. Giesecke señala que no hay normas sobre la manipulación de los alimentos que llegan al mercado. Una vez que son cosechados, el productor puede hacer con ellos lo que quiera. “Puede mandarlos en camión o en burro, en sacos o en bacinicas. No sería raro que haya camiones que un día traen papa y al siguiente transporten plaguicidas. Es que nadie controla eso”, dice.
Nada de efectivo
Las cosas en el Gran Mercado Mayorista de Santa Anita serán muy distintas. Es un salto inmenso pasar de un espacio de 9 mil metros cuadrados a otro de casi 600 mil, con un área de mercados de 20 mil metros cuadrados dividida en cuatro pabellones y 640 puestos. En La Parada, la mayoría de puestos mide 12 metros cuadrados; en San Anita todos miden 32.
En el nuevo mercado no se utilizará dinero en efectivo. Todas las transacciones se efectuarán con tarjetas de débito o de crédito. EMMSA instalará en los pabellones 30 aparatos para realizar transferencias bancarias. Además, habrá oficinas de al menos dos bancos y una caja de crédito municipal. “Los mayoristas cargan mucho dinero y queremos evitar asaltos”, dice Giesecke, “además, la bancarización ayudará a acabar con la informalidad”.
Otro cambio importante se notará en el flujo de los vehículos. En La Parada un camión puede demorar seis horas en ingresar a dejar su mercadería debido a que el espacio para descargar es reducido. En Santa Anita los aproximadamente 300 camiones que llegan a diario podrán entrar al mismo tiempo si quieren; el espacio es inmenso. La municipalidad ya mandó a hacer el estudio de impacto vial para cerciorarse de que la Carretera Central no colapsará. Giesecke es optimista: “El tránsito se concentrará entre las 8 de la noche y las 5 de la mañana, un horario en el que el tráfico en la carretera es mínimo”.
En el nuevo mercado, el sistema de transporte de los productos será radicalmente distinto. No se usarán más sacos ni mallas. Los alimentos se trasladarán en jabas de plástico. La carga y la descarga no estará en manos de estibadores sino de montacargas. En los simulacros que se han hecho en las últimas semanas, el tiempo de descarga de un camión con 30 toneladas de papa con un montacargas fue de media hora. Los estibadores de La Parada demoran hoy entre dos y cuatro horas en realizar la misma tarea.
En La Parada hay aproximadamente mil estibadores. Los transportistas manuales, a carretilla y a lomo, constituyen un grupo similar. Su futuro hoy es incierto. En Santa Anita el transporte de los productos del puesto de venta al vehículo del comprador se realizará en tricimotos y triciclos. Ricardo Giesecke dice que se procurará que estibadores y transportistas se asocien en microempresas que se encarguen de conducir las montacargas y las tricimotos. “Se necesitará unos 400”, calcula. ¿Qué pasará con el resto? “No podrían entrar todos”, admite.
Habrá paro el miércoles
En uno de los puestos del pasaje 5, integrantes de ACUTUMM, el gremio de paperos más importante de La Parada, celebra una reunión. Están acordando su apoyo al paro que los mayoristas realizarán el próximo miércoles en contra del traslado a Santa Anita. Luis Wilson, su dirigente, recuerda que hasta el final ellos se resistían a adoptar una medida de fuerza tan radical, pero dice que no les ha quedado más remedio que adherirse. “No nos dan información, no sabemos cómo serán las concesiones, cuánto costarán, cuánto tiempo durarán”, se queja.
Más temprano, en el pasaje 10, he conversado con David Vizcarra, dirigente de AMUDEGICAM, y con Manuel Hurtado, de ACOCAMM, dos de las organizaciones de mayoristas de cebolla, ajos y maíz morado. Los argumentos de los tres representantes son los mismos: aceptan el traslado, pero no antes de que se construyan los cuatro pabellones que prometió Susana Villarán el año pasado y se rehabiliten los seis que construyó Ricardo Belmont. Dicen que los puestos adonde EMMSA planea que se muden son muy chicos y que el uso de jabas encarecerá el flete. “Si con sacos entran 30 toneladas en un camión, con jabas solo entran 23”, se quejan.
Giesecke rebate estos cuestionamientos. Primero, recuerda, los puestos son de 32 metros cuadrados, 20 metros más que la mayoría de puestos de La Parada. Segundo, si bien los camiones puede que carguen siete toneladas menos con las jabas, una cantidad similar es la que se pierde aplastada en el transporte.
¿Y la promesa de la alcaldesa? Giesecke asegura que los nuevos pabellones se construirán y que los de Belmont se acondicionarán, pero más adelante. “Los procesos van con el tiempo. ¿Por qué tendríamos que esperar a que se construya lo otro si estos cuatro pabellones ya están listos?”. El presidente de EMMSA dice que entiende el estrés que genera en los comerciantes la idea de una mudanza. Pero les pide comprensión. Y optimismo.
“¿Verdad que nosotros no vamos a estar?”, me pregunta el carretillero Julián Huaracca (45), a quien he conocido en mi vuelta final por el mercado. En medio del frenesí de empujones, él se dio tiempo para contarme cómo funciona este mundo. Le contesto que no lo sé. Julián mantiene a su mujer y a sus siete hijos con la fuerza de sus brazos. Pronto podría quedarse sin trabajo y convertirse en parte del costo social inevitable en este traslado. La Parada vive sus últimos momentos. La mudanza es dura pero necesaria.
Cifras
1.500 comerciantes mayoristas aproximadamente trabajan en La Parada y alrededores. Son 744 los puestos concesionados.
4 millones de soles al día mueve el mercado, según cálculos de las autoridades de EMMSA.
60 mil metros cuadrados abarca el Gran Mercado Mayorista de Lima, en Santa Anita. La Parada mide apenas 9 mil metros cuadrados.