En el Cementerio Museo Presbítero Matías Maestro, de 19 hectáreas y 220,000 historias que aguardan al visitante yacen los restos de más de 30 poetas y escritores, como Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, Ciro Alegría y José Santos Chocano, el único enterrado de pie.
Hay un pabellón de los suicidas sobre el cual, a las tres de la madrugada, gallinazos y lechuzas se posan para otear a los visitantes. Hay muertos de todas las nacionalidades, pero en el parvulario la mayoría es de ascendencia japonesa. Y un ‘cuartel de los gordos’.
Yacen linajes enteros, como los de José Gálvez: el héroe del Combate del 2 de Mayo enterrado cerca de su nieto, el poeta. O los presidentes Mariano Ignacio Prado y Manuel Prado. Para la muerte no hay odios y a metros del nicho de Manuel Asencio Segura está el mausoleo de otro costumbrista, Felipe Pardo y Aliaga.
Entrada tradicional
Desde el jirón Áncash, en Barrios Altos, sobresale la estatua del Cristo Yacente, en la cuarta entrada del Presbítero. De ahí parte la Avenida de la Muerte.
“La cuarta entrada fue la más importante. Era la entrada de rigor para los difuntos”, explica el historiador Guben Chaparro (75), quien conoce los 350 cuarteles y 776 monumentos fúnebres distribuidos en las 19 hectáreas del cementerio. Lleva 11 años guiando visitantes en los recorridos nocturnos, los que, debido al éxito, se han ampliado a tres veces por semana: viernes, sábados y domingos.
Belleza a la peruana
La belleza de este camposanto es única en América Latina. A esta ciudad de los muertos diseñada por el presbítero español Matías Maestro la catalogan como el bosque de mármol o la Roma en Sudamérica.
Sin embargo, los chamanes, corridos hasta a balazos, amputaron los dedos a las estatuas de esta madreselva construida con mármol de Carrara, granitos importados desde Francia y bronce del mejor (solo Eduardo de Habich, fundador de la Universidad Nacional de Ingeniería, tiene mausoleo hecho de yeso).
En las noches de luna, un espectáculo no apto para cardíacos son las aves carroñeras posadas sobre las cruces.
Chaparro lamenta que, años atrás, el programa A Trabajar Urbano limpió y pintó el camposanto, pero de paso borró muchas lápidas. Por suerte, la Beneficencia guarda el registro y se puede recuperar esa información.
Además de presidentes e intelectuales, el camposanto alberga a condes, duquesas y marquesas. Ellos “residen” en La Resurrección, el primer cuartel. “Ser enterrado aquí te distinguía”. El cementerio se inauguró en 1808, pero demoró cerca de un año en ser utilizado.
Sus mausoleos son un viaje por la simbología: columnas de laureles, espadas cruzadas, relojes con alas y arena, cipreses y buganvilias. Es hora de partir. Los vivos nos esperan.
Museo y cobro de entradas
La Autoridad Autónoma del Tren de Lima entregará en breve a la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana las obras del pequeño museo de sitio en compensación por el área de servidumbre del que hace uso. Gracias a convenios firmados con universidades, el Presbítero tendrá un guion museográfico y un registro de tumbas.
Cuando entre a funcionar el tramo 2 de la Línea 1, se activará el paradero Presbítero Maestro, desde el cual se podrá hacer visitas al camposanto, que definirá este año el cobro de las entradas. Por ello, en breve, se iniciará la limpieza de los techos de los pabellones del cementerio; el arreglo de las veredas y jardines de sus ejes principales y se resolverá el abastecimiento del agua.
vía Los 206 años del Presbítero Maestro: visita a la eternidad.